Ya es habitual que todos los años a partir de mediados de noviembre salte la polémica en el mundo de la gastronomía a cuenta de la publicación de algunas de las más importantes guías de restaurantes.
Seguro que al lector le viene a la mente el nombre de la guía Michelin pero también es polémica la Guía Repsol (antigua Campsa). En el caso de la Gourmetour este año no habrá polémica ya que no se publicará al salir con carácter bianual, política del todo "ágil" para tratarse de una guía gastronómica.
Una de las habituales críticas que se hacen a los blogs gastronómicos es que juzgamos a un restaurante por una sola visita. Por lo que a mi respecta ya he explicado varias veces que sólo cuento la experiencia concreta de una comida ó cena por lo que en ningún caso juzgo la trayectoria del restaurante por esa comida ó cena.
Pero, ¿y los inspectores de las guías?. ¿Acaso visitan más de una vez al año los restaurantes que incluyen en las guías para las que escriben?. Sería interesante saberlo.
A pesar de las críticas que habitualmente se hace a las guías hay que reconocer que siguen siendo útiles en muchos casos. Si no se tienen referencias de primera mano de una ciudad que no conoces como este caso de Valdepeñas, si un restaurante viene reflejado en todas las guías al uso, aparentemente no hay duda de que no será una mala dirección. Otra cosa es la puntuación que tiene, en las guías que puntuen como la Gourmetour, sea comparable con la misma en restaurantes de otras zonas geográficas.
Todo este preámbulo viene relacionado con dos experiencias consecutivas que tuve hace poco en el restaurante
La Fonda de Alberto de Valdepeñas, recomendado por las principales guías publicadas en España.
El restaurante está situado en un edificio moderno en un barrio cercano al centro de Valdepeñas. A la entrada tiene un bar muy concurrido en el que sirven una gran variedad de raciones. Tiene dos comedores decorados en estilo clásico y un reservado. No preguntan si eres fumador ó no, y la separación entre los comedores no es total.
Una vez acomodados nos traen unas ricas aceitunas negras mientras miramos la carta en la que nos fijamos que los precios no tienen el IVA incluído. Tarjeta amarilla por no haberse leído la
ley en vigor. Los precios que reflejo ya llevan sumado el IVA.
Para abrir boca no pusieron unas cucharas con
gamba y pulpo, que pensamos que como las aceitunas sería una invitación de la casa, pero no. Cobraron 2,14€ c/u por el concepto
pan y aperitivos. Un detalle muy cutre que fácilmente podrían evitar quitando lo de "aperitivos" de la cuenta.
Tenían una carta aparte de raciones de cocina manchega que fue por lo que nos decidimos. Bien el
pisto manchego con lomo, 6,53€, aunque era difícil encontrar los minúsculos trozos del lomo.
Mejor estuvieron los
galianos de caza con torta del pastor. 9,63€. Yo creía que los
galianos eran precisamente las tortas que se comían con el gazpacho manchego hecho a base de caza, pero supongo que en cada zona lo llamarán a su manera. Muy rico el gazpacho con el sabor intenso y sabroso de la caza, además en una buena ración. Perfecto para una noche fría.
Pronto llegaron los platos principales. Magníficas las
chuletitas de cordero. 19,47€. Notable materia prima con gran sabor acompañadas de unas patatas asadas y vegetales. Tradicional pero perfecto.
Menos nivel tuvo el
solomillo de ibérico a la pimienta. 15,52€. Bien el punto del solomillo pero los he comido mejores de sabor. Además la salsa de pimienta estaba bastante insulsa.
Después de esta contundente cena no tomamos postre.
Para beber un
Dominio de Valdepusa Cabernet Sauvignon 2002. 26,96€. En apariencia buena carta de vinos con gran selección de Valdepeñas, La Mancha y demás vinos de la región y también de otras zonas de España. Si el lector continúa leyendo sabrá por qué apunto lo de "en apariencia" .
El servicio correcto aunque el maitre no era precisamente el buen humor personificado.
Otro detalle sorprendente y negativo fue el del guardarropa. Cuando nos cogieron las cazadoras no nos dieron un número ni nada que sirviera para identificarlas y al salir nos preguntaron que cuales eran las nuestras. Asombroso. Perfecta oportunidad para alguien al que le guste una prenda más que la suya se la pueda llevar sin problema.
A la hora de pagar nos pusieron un cuestionario de calidad para cubrir y dar la opinión.
Si hubiésemos ido sólo esta vez habríamos salido con un buen sabor de boca general en cuanto a lo comida aunque algo menos en los otros detalles comentados. Lo malo es que volvimos la noche siguiente.
Lo primero que nos llamó la atención fue que a la hora de pedir una lubina al hinojo nos dice el maitre que no podía ser ya que no tenían hinojo. ¿¿¿??? ¡No tienen hinojo! Y eso que sólo tenían cuatro pescados. Al final acabamos pidiendo una lubina a la sal para dos.
Pero el sainete se escenificó al pedir el vino. Primero pedimos un
Protos Verdejo. Al cabo de unos minutos vuelve la camarera y dice que no tiene. Vale. La siguiente petición fue un
Manuel Manzaneque Chardonnay. Otros minutos de espera y tampoco les queda. Con la mosca detrás de la oreja pido un vino que tienen hasta en cualquier chiringuito playero:
Waltraud de Torres. Tampoco. Definitivamente mosqueado le pregunto a la camarera sí es que allí la gente no tomaba vino blanco y nos quedamos a cuadros cuando nos reponde que casi nunca y que además estaban restructurando la carta y que por eso apenas tenían vinos blancos.
Sin dar crédito a lo escuchado acabamos pidiendo dos cervezas y nos pusieron dos cañas que para terminar de rematarlo no tenían fuerza ninguna ya que el gas debió de ir al mismo sitio que los vinos blancos.
Al final nos las cambiaron por dos botellas.
Menos mal que por lo menos el
paté de perdiz, 6,96€, de entrada era magnífico y en una buena ración. No es que lo haya comido muchas veces pero es sin duda el mejor que recuerdo.
Con todo el asunto del vino y el tiempo que nos llevó comer el entrante ya hacía bastante que habíamos pedido la
lubina a la sal, 19,15€ c/u, pero todavía se demoró bastante más y encima al maitre le llevó un buen rato romper la cubierta de sal para servirnos. El resultado fue una lubina seca y demasiado pasada. Una pena porque el bicho tenía buena pinta.
Curiosamente esta vez no nos pusieron el cuestionario de calidad. Hay que reconocer que el maitre se acercó varias veces a pedirnos disculpas por el asunto de la bebida, pero hubiera sido un bonito detalle invitar a las cervezas ó haber puesto un vino dulce por cortesía de la casa cosa que no ocurrió.
Llegados a este punto vamos a imaginar que nosotros fuéramos los inspectores de una guía. ¿Merecería el restaurante figurar en nuestra guía? Dejo la pregunta en el aire.
Sumadas ambas experiencias:
Nota general: 4
Emoción: 4
La Fonda de Alberto
C/ Cristo, 67 Valdepeñas (Ciudad Real)
926 316 176 - Fax 926 316 177
http://www.lafondadealberto.com/
toni